El cuentapropismo sigue cobrando relevancia en el mercado laboral argentino en un período de alta inflación, bajo crecimiento económico y pérdida de poder adquisitivo. Las familias argentinas tratan de buscar alternativas para tratar de escaparle a la pobreza, con más ingresos para el grupo. Hoy la canasta básica total, que marca el límite de ingresos para no caer en esa situación, roza los $ 200.000 mensuales.
Los últimos datos oficiales muestran que, en marzo, los trabajadores registrados crecieron 4,3% interanual (538.600 puestos) y el crecimiento respecto de marzo de 2020 fue del 8,8% (1 millón de puestos). Considerando por modalidad principal, el mayor crecimiento en el último año tuvo lugar en el Monotributo Social (37,4%), seguido por Asalariados Privados (4,1%), Monotributo (3%), Asalariados Públicos (2,2%), Autónomos (1,2%) y Asalariados de casas particulares (-2,4%), indica un reporte elaborado por el economista Nadin Argañaraz. Si se consideran los últimos tres años se observa que crecieron el Monotributo Social (66,1%), Monotributo (16,6%), Asalariados Privados (6,5%), Asalariados Públicos (6,4%), Autónomos (0,3%) y cayeron los Asalariados de casas particulares (-7,4%). Eso profundiza la tendencia al empleo independiente.
Según los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), la composición de la población ocupada argentina se distribuyó de la siguiente manera: un 46,4% asalariados formales (el empleador les realiza descuento jubilatorio), un 26,9% asalariados informales (el empleador no les realiza descuento jubilatorio) y un 26,7% no asalariados (cuentapropistas mayormente). En las últimas dos décadas el trabajo en relación de dependencia fue cayendo gradualmente, sostiene un informe del Instituto de Estadística de los Trabajadores (IET) de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET).
Entre 2003 y 2015 se nota una mejora en la composición de la población ocupada: los asalariados registrados pasaron de dar cuenta del 37,6% del total al 51,8%. Lo que más se contrajo fueron los no registrados, que pasaron del 36,1% al 24,9% del total. En menor medida también disminuyó el peso relativo de los no asalariados, que pasaron del 26,3% al 23,2%. Este cambio en la composición del mercado laboral se produjo por el fuerte crecimiento en el período 2003-2011, sumado a una política proactiva que condujo a una progresiva formalización. El débil desempeño económico a partir de 2011 -y particularmente de 2015- limitó la capacidad de generación de empleos formales en el sector privado, algo que fue parcialmente compensado con el aumento del empleo público.
No obstante, tomando como un todo, el mercado laboral tendió a precarizarse: en 2022, el 46,4% de la población ocupada fue asalariada registrada, cifra similar a la de 2007-08. En 2022, el PBI per cápita de Argentina fue similar al de esos años, de modo que no sorprende que la composición del mercado laboral haya seguido una misma tendencia. No obstante, vale la pena aclarar que en 2021-2022 el empleo asalariado formal creció con fuerza, y sin embargo perdió peso relativo dado que otras categorías ocupacionales como el cuentapropismo y el empleo asalariado no registrado se expandieron todavía más rápido, dice a LA GACETA Fabián Amico, economista e investigador del IET.
Entre 2015 y 2022 ganó peso el empleo no asalariado, que pasó del 23,2% del total al 26,7%. Esto estuvo impulsado particularmente por el cuentapropismo femenino, que pasó del 35% al 40% del total del empleo cuentapropista. En tanto, el empleo asalariado no registrado ganó peso también, pasando del 24,9% del total al 26,8%. La nota distintiva -que se menciona poco en los análisis generales- es que la suba del peso del empleo asalariado informal estuvo casi íntegramente traccionada por aquellos empleados asalariados que aportan individualmente al sistema jubilatorio (pasaron del 2,1% del total al 3,6% y, si contamos solo el universo de los asalariados a los que el empleador no les realiza descuento jubilatorio, pasaron del 8% al 14%).
Hay una categoría de empleo asalariado que es relativamente calificado y profesionalizado, aunque en simultáneo precarizado, ya que no se goza -además del aporte jubilatorio por parte del empleador- de otros derechos tales como obra social, vacaciones pagas, aguinaldo, etc. No obstante, la calidad de vida pareciera ser muy diferente a la del resto de los asalariados informales y en muchos sentidos más parecida a la de los asalariados formales, lo cual se plasma por ejemplo en métricas de pobreza similares, indica el reporte del IET.
¿En qué sectores gana peso esta forma de empleo? El peso es mayor en los servicios, tales como salud (10,9% del empleo total), inmobiliarias (9,5%) y transporte (7,7%). En este último sector el porcentaje viene creciendo de la mano de plataformas digitales tales como Uber, Cabify, Rappi o PedidosYa, en donde por lo general se exige al trabajador que se inscriba en el monotributo. Resulta difícil estimar el empleo en trabajadores de plataformas con la EPH -dado que posiblemente una parte se considere como no asalariado, en particular, aquellos que trabajan con varias plataformas, dado que para ser asalariado se requiere trabajar para un único cliente-, pero sin dudas algo se capta a través de esta categoría ocupacional, puntualiza el diagnóstico.